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miércoles, 25 de enero de 2012

# veintiuno

    Vaqueros camiseta y zapatillas, sentado en un banco donde la luz del sol ya no llegaba. Rodeado de naturaleza. Lo salvaje le acompañaba. Se encontraba sentado en una pequeña piedra, observando como pequeños niños jugaban a los superhéroes. Él les miraba con dulzura, recordando su época de niñez, época la cual habia acabado hace ya bastante tiempo y a la cual extrañaba. Él no había podido pelearse con los niños por un simple intercambio de cromos, ya que él nunca los había tenido. Se tenia que conformar con ver como su mejor amigo desperdiciaba todo lo que tenia a su alrededor. Él no entendía como una persona que lo podía tener todo no valoraba absolutamente nada. Habían pasado bastantes años desde esas tarde de agosto, pero todo continuaba como antes. Él con los cuatro objetos que siempre llevaba encima, las llaves de la que había sido desde siempre su casa, la pequeña radio heredada de su abuelo fallecido, cincuenta euros en aquellos pantalones desgastado, caramelos de menta y un mechero. Desde que tenia doce años, esos habían sido objetos de los que nunca se había desprendido. Él no tenia mucho mas, pero no se sentía mal por no tener mucho de lo que presumir, al contrario, daba lecciones de ética a aquellos que no eran capaces de ver lo que tenían. Todo el mundo le quería, nunca se definió como una persona pobre, pero todo el mundo le veía como tal. Él tenia la virtud de hacerse querer, no tenia enemigos, pero con el paso del tiempo se había dado cuenta de que tampoco tenia amigos.
    La espera parecía eterna, el tiempo no pasaba, esperaba la llegada de ese transporte que le llevaría a un nuevo lugar, un lugar donde no importara quien eras, de donde venias o que querías hacer. Seguía sentado en esa piedra sin darse cuenta de que los niños a los que observaba se habían ido,  habían huido de ese cuerpo de niños y habían crecido, se habían convertido en unos adolescentes. Pero como era posible? Tanto tiempo podía haber pasado desde que él llegó a ese lugar, desde que se había sentado en aquella piedra rígida?  Era imposible, no podía haber transcurrido tanto tiempo. Fue entonces cuando vio la luz de ese sol el cual se había ocultado, al cual no había visto desde su llegada a la zona de espera. Fue en ese momento cuando él se dio cuenta de que en los últimos años lo único que había estado haciendo era ver pasar el tiempo. No disfrutaba de la vida, sí su vida no era la más fácil del mundo, claro que no, pero aquello a lo que se había dedicado desde su niñez, a abrir los ojos a los demás, era lo único que el no hacia. Ayudaba a la gente de su alrededor, pero quién le ayudaba a él?  Sin darse cuenta su vida estaba pasando demasiado rápido, y nadie le estaba avisando de lo que hacia mal.

[ Es triste no tener a nadie quien te diga las cosas malas ni las buenas. Es bueno ser consejero, pero es necesario tener a alguien al lado, que te recomiende en los actos que vas a llevar a cabo.]

    Pero él nunca había sido un joven que se rendía a la primera de cambio, por eso decidió volver, alejarse de aquel lugar en el cual había estado esperando los últimos años a algo que no iba a llegar nunca. Se dirigió a su antigua casa, con esas llaves que tenia en su bolsillo, en busca de soluciones, en busca de aire nuevo, de mejoras, de buscar realmente lo que le importaba, la felicidad, porque a veces el huir no es la mejor opción. Encendió su radio, y sintonizo aquella emisora en la que de vez en cuando emitía aquellas canciones que le hacían renacer. El caramelo de menta fue inyectado en su boca, y sintió esa frescura, esa sensación de que un cambio en su vida se produciría, un cambio a mejor.

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