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viernes, 13 de enero de 2012

# veinte

    Tic, TAC, tic, TAC, ese sonido, el del odioso reloj de aquella cocina fría, era lo único que escuchaba la pequeña joven, que sin darse cuenta veía como el mundo se le caía encima. Era ahora cuando recordaba todos aquellos momentos, antes significantes, pero ahora realmente importantes. Cada beso, para susurro, cada palabra, cada gesto, volvía a su mente, justo cuando todo había acabado. Se encontraba otra vez sola, sin nadie en quien confiar ni en quien apoyarse. Todo ese sueño que había vivido en los pasados 5 meses, se había roto. Temía que no fuera capaz de llevar a cabo una vida sin el, fue por eso, por lo que había decidido regresar a su antigua ciudad, a su antigua casa, para retomar de nuevo su pasada vida. Sentada enfrente de la ventana, se daba cuanta, de que todo era igual y a la vez completamente diferente a cuando se fue. No se veía capaz de volver a encaminar otra vez su vida. Durante el tiempo ausente nadie la había extrañado, y su vuelta no había sido ninguna novedad para ninguno de los habitantes de su casa. Rodeada de mas de diez personas, e invisible para cada una de ellas, sentía frustración. No estaba segura de las decisiones que tenia que tomar y al no poder pedir consejo a nadie, volvía otra vez a la profunda tristeza.  Miles de cosas le pasaban por la cabeza, pero ninguna de esas ideas era lo suficiente buena para realizarla. Contarlo, callárselo, actuar, volver a huir… lo único que tenia claro es que no podía parar llorar. Lagrimas, de eso es lo que estaba llena su cara, de lagrimas producidas por el continuado y a la vez placentero dolor que sentía en su interior. Dolor producido por el miedo a fracasar, a no saber salir a delante con ese pequeño el cual tenia en su interior y el cual había sido engendrado dentro de un profundo amor. Amor ya acabado. La seguridad de la joven y el deseo de salir adelante, acabo en el mismo instante en el que su pareja se fue, no por su propia voluntad, sino por no se lo suficiente fuerte, para sobrevivir a esos 5 disparos, esos cinco dolorosos PUMS, que volvían a su cabeza y la producían otra vez un ese ya rutinario bloqueo mental…


 Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe; pero jamás el que abandona el combate

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